Baruj Salinas

(La Habana, Cuba; 1938)

Vertical Calligraphy, diciembre de 1987 - Acrílico sobre lienzo, 177,5 x 126,5 cm.

Baruj Salinas, pintor, escultor, grabador y ceramista cubano de origen judío, nació en La Habana (Cuba) en 1938. Su carrera profesional se inició en el campo de la arquitectura, y poco tiempo después se graduó como arquitecto en la Universidad de Kent (Ohio, EE. UU.), emigrando de su Cuba natal a Miami (Florida, EE.UU.) de forma permanente en 1959. Salinas estableció en Miami y más tarde se trasladó a Barcelona, ​​donde estudió junto a artistas Joan Miró y Antoni Tàpies. Aunque la arquitectura informó a sus primeros trabajos pictóricos, poco a poco migró su lenguaje hacia una expresión puramente abstracta. Su obra se relaciona con una abstracción poderosa y a la vez lírica, donde el color es más importante que la forma y la misma se convierte en un tema principal. Hay rastros, también, de las tradiciones judías, pero haber nacido en Cuba ha hecho que su impacto no sea tan relevante como en otros autores afines. Para él Cuba es el trópico y la caña de azúcar, también es el sol y la luz, y como tal forma parte importante de toda su obra; Salinas, pese a su residencia en París desde hace décadas, nunca ha dejado de ser cubano, y como tal ejerce.

Las pinturas de Salinas, estimadas a nivel internacional, se pueden ver en multitud de colecciones importantes de todo el mundo, como la Fundación Joan Miró (Barcelona), ​​el Museo Nacional de Catalunya (Barcelona), ​​el Instituto Nacional de Bellas Artes (México DF), el Uri Museo Beit (Israel), el Museo de Fort Lauderdale de las Artes (Florida, EE. UU.), el Lowe Art Museum de Florida (EE.UU.), el Museo de Bellas Artes de Budapest (Hungría), el Instituto de Arte de Chicago (EE. UU.), el Cabinet des Estampes de Ginebra (Suiza), el museo de Artes Contemporáneo Latinoamericano (La Plata, Argentina) o el Museo de Arte de Phoenix (Arizona, EE. UU.).

Vertical Calligraphy, un lienzo realizado por Salinas en 1987 y procedente originariamente de la prestigiosa galería barcelonesa de Joan Prats, recoge a la perfección las características maduras de su arte, abstracto y delicado, donde la forma, asumida como grafía, pugna con un sutil uso del color.